viernes, 30 de noviembre de 2012



Violencia de género

Hellinger descubrió "Los Órdenes del Amor", cuando percibió las situaciones que generan conflictos y enfermedades en las familias y en las personas.
Esta trama de relaciones se da en el plano del alma de la familia, y de las personas que la integran. Se habla aquí de la red familiar, es decir de los miembros de todas las generaciones, que en ese nivel, siguen perteneciendo. Y que allí, se ven, se conocen, y saben de toda la historia familiar.
Así, pudo describir cuáles son las condiciones que permiten que el amor, que siempre está, pueda fluir con armonía entre los miembros del sistema familiar, y de cualquier organización humana.
Es decir que si se ordenan las relaciones entre las personas respetando esas condiciones, los conflictos, enfermedades, y todo tipo de dificultades se resuelven.
Uno de estos órdenes es  "El derecho al propio destino". Significa que nadie puede arrogarse el derecho de tomar el destino de otro en sus propias manos. Sin embargo, por amor y solidaridad hacia los miembros de la familia, habitualmente transgredimos esta pauta. 
Lo hacemos, porque amorosamente actuamos como si pudiéramos resolver, ó al menos aliviar, la situación de alguna ó varias personas que han vivido situaciones difíciles, dolorosas y que no pudieron resolverlas. 
En el caso de situaciones de violencia grave, lo que sucede es que la violencia queda instalada en la familia, ya que el asesino no logra asumir su responsabilidad, y por lo tanto no asume esa violencia como propia.
La persona que nunca es mirada es el perpetrador, ó los perpetradores. 
Pero el alma familiar, esa conciencia común a todos los integrantes de la familia no admite exclusiones. De manera que alguien, en generaciones posteriores, lo mira, en el plano del alma, para darle el lugar que el alma familiar exige. Esta mirada no es conciente, de manera que aquél que mira al perpetrador queda identificado con él, y en esa identificación toma su violencia, y la ejerce contra otros, ó se enferma para no manifestarla. La esquizofrenia, por ejemplo, puede ser una consecuencia de esa situación.
Aquél que ejerce la violencia no puede manejarla, controlarla, porque ni siquiera es suya. Pero al no ser conciente de su origen, tampoco puede resolverla. 
Entonces, al no encontrar una solución, la violencia sigue en el sistema familiar, y luego, ó al mismo tiempo, será tomada por otros familiares. 
La violencia no es un problema personal, psicológico ó emocional. Se trae de una situación ocurrida varias generaciones atrás, pertenece al sistema y es tomada por diferentes miembros. Esto explica la "repetición" que la psicología no puede resolver.
La solución pasa por mirar a la familia en su conjunto, como sistema, y desde allí poder ver de dónde proviene, y posibilitar que los descendientes ya no se identifiquen con la situación y con los que participaron en ella.
Por otra parte, la persona que sufre esa violencia también debe mirarse a sí misma: por algún motivo llegó a encontrarse en esa circunstancia, y conocer la causa le permitirá salir de ella. Es decir que tiene que salir de la posición de víctima que la deja impotente, porque queda sometida a la voluntad del agresor, y tomar una actitud activa, recuperar el poder sobre su propio destino.
El método de Constelaciones Familiares es una forma de encontrar la solución para los dos.